Los mensajeros químicos vinculan la conexión intestino-cerebro
Desde la era de la microbiota renovada a finales del siglo pasado, nos hemos dado cuenta de cómo nuestros microbios intestinales pueden influir en nuestra vida. Actualmente, se acepta ampliamente que nuestra microbiota intestinal, esta compañera de por vida, es clave para nuestra salud y bienestar.
Nuestro intestino no solo contiene nuestra microbiota, sino que también alberga hasta 600 millones de neuronas. Este sistema nervioso comienza a desarrollarse después de la concepción, incluso antes de la primera neurona en el cerebro fetal. La sabiduría popular siempre ha reconocido que el intestino es nuestro "segundo cerebro", pero parece que bien podría ser nuestro primer cerebro.
Nuestro cerebro recibe y procesa continuamente información tanto del exterior como del interior. Actualmente se cree que entre el 60 % y el 80 % de la información interna que recibe el cerebro proviene del intestino. Esta fuerte conexión bidireccional entre el intestino y el cerebro se denomina «eje intestino-cerebro» o (GBA).
Pero ¿por qué es tan importante este eje intestino-cerebro?
Uno de los actores clave en este vínculo bidireccional es, por supuesto, nuestra microbiota intestinal.
Tu microbiota utiliza este vínculo vital para hacerse notar. Envía señales químicas al cerebro a través de este eje. Ahora se cree que esos antojos de azúcar por la noche podrían no deberse a que tu cerebro está arruinando tu dieta, sino a una rabieta de ciertas bacterias intestinales que no reciben los alimentos que estaban acostumbradas a recibir. Al comer el dulce, la microbiota libera azúcares y ciertos ácidos grasos que te dan esta euforia temporal. Aún no se sabe si la microbiota es responsable del arrepentimiento posterior o si simplemente es tu mente siendo demasiado exigente consigo misma.
Tu microbiota también puede afectar tu estado de ánimo. Parece que tu microbiota es quien manda y afecta tu comportamiento. Esta posible influencia de tu microbiota en tu cerebro es la más provocativa.
Pero esta conexión intestino-cerebro no se limita a eso. Cada vez hay más evidencia que demuestra que la comunicación alterada entre ambos sistemas parece estar correlacionada con algunos de los trastornos psicológicos más comunes que aquejan a las sociedades occidentales.
La lista de afecciones en investigación es cada vez mayor, y la microbiota alterada se cita a menudo como un factor crítico en afecciones graves. Estas afecciones abarcan desde la depresión asociada al síndrome del intestino irritable (SII), migrañas, enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson, hasta trastornos neuropsiquiátricos como la depresión, la ansiedad, la esquizofrenia e incluso el autismo. La mayoría de estos trastornos se caracterizan por una comunicación distorsionada entre el intestino y el cerebro, influenciada por estímulos externos [1, 2].
¿Qué estresa tu eje intestino-cerebro?
El estrés cotidiano puede alterar la microbiota intestinal y, por lo tanto, afectar el eje intestino-cerebro [3, 4]. Estos factores estresantes pueden incluir:
- Dietas pobres (ricas en alimentos ultraprocesados y bajas en verduras y frutas)
- Malas elecciones de estilo de vida (abuso de alcohol, tabaquismo),
- Cursos recurrentes de antibióticos,
- estrés crónico
- Infecciones estacionales recurrentes (que pueden estar relacionadas con una inmunidad crónicamente deprimida)
¿Cómo se comunica el intestino con el cerebro?
Nuestra microbiota intestinal se alimenta de los alimentos que ingerimos y produce subproductos químicos, al igual que un automóvil que funciona con combustible que emite emisiones.
Sin embargo, las bacterias beneficiosas producen subproductos que el intestino utiliza e incluso pueden viajar a órganos distantes como el cerebro. Actúan como pequeños mensajeros esenciales que transmiten información química por todo el cuerpo. Algunos de estos químicos son denominados por los científicos "postbióticos".
Algunos de estos posbióticos son los ácidos grasos de cadena corta (AGCC), el ácido gamma-aminobutírico (GABA) o la serotonina (la hormona de la felicidad). Por ejemplo, un estudio demostró que las comidas ricas en legumbres, que aumentan la producción de acetato en el intestino grueso, podrían tener un efecto a distancia y reducir el apetito en el cerebro [5].
No todos estos mensajeros provienen de la microbiota, sino que pueden ser activados o controlados por el microbioma. Por ejemplo, se ha demostrado que la vitamina D influye en el sistema inmunitario debido a su fuerte vínculo con la microbiota, lo que sugiere que podría emplearse en combinación con prebióticos y probióticos para mejorar la respuesta inmunitaria [6, 7].
¿Qué son los psicobióticos?
Originalmente, en 2013, los psicobióticos se definieron como « un organismo vivo que, ingerido en cantidades adecuadas, produce un beneficio para la salud en pacientes con enfermedades psiquiátricas. Como probióticos, estas bacterias son capaces de producir y administrar sustancias neuroactivas como el ácido gamma-aminobutírico y la serotonina, que actúan en el eje intestino-cerebro »[8].
Después de 2017, el término psicobiótico se amplió para incluir los prebióticos o la fibra que actúa como alimento para el psicobiótico. De hecho, la combinación del prebiótico, el probiótico y los postbióticos resultantes constituye una definición más realista de psicobiótico. Estos metabolitos incluyen butirato, serotonina y ácido gamma-aminobutírico, por nombrar algunos.
Aunque la idea de usar probióticos para mejorar el bienestar psicológico a través del eje cerebro-intestino surgió por primera vez en 1880 y se popularizó con los trabajos de Metchnikoff de 1907 sobre el yogur y la longevidad [11], no fue hasta la última década que esta idea se probó en estudios preclínicos con distintos grados de éxito. El resultado de estos ensayos dependió en gran medida de cada producto analizado y de la complejidad de la afección observada.
Los psicobióticos son una noticia emocionante. No todos los prebióticos, probióticos o posbióticos pueden clasificarse como psicobióticos. Por ejemplo, la TMA derivada de la colina dietética es un compuesto que se considera un marcador de riesgo cardiovascular. Este sería un ejemplo de un posbiótico que no está vinculado a mejores resultados y no podría clasificarse como psicobiótico, ya que parece tener efectos negativos en nuestro bienestar .
Conclusiones
Aún nos queda mucho por descubrir qué impulsa exactamente nuestro bienestar mental y cómo podemos intervenir eficazmente. Hasta ahora, sabemos que un intestino sano y estable puede contribuir a la paz mental [9, 10]. Aún estamos muy lejos de descifrar la compleja e intrincada relación entre el intestino y el cerebro. Sin embargo, los psicobióticos podrían ser un primer paso hacia este ambicioso objetivo.


